viernes, 8 de febrero de 2013

La soledad, la diabetes y el ámate sólo a ti mismo.


Llevo un tiempo intentando salir del agujero en el que entré tras sufrir la operación de corazón y, casi a la vez, la amputación de mi dedo. Cuando hay tanto en  contra, o te levantas,  o te levantas, porque no hay más que hacer en la vida que levantarse. Ya hay demasiados en el suelo lloriqueando por nimiedades: que si le ha salido una arruga, que si el jefe le chilló, o que si al que ama no le ama... con la cantidad de gente que hay por ahí para amar. Nos preocupamos de tontadas.

Para cada uno no hay mayor problema, ni mayor dolor, que el suyo propio, y hay que respetarlo. Y los míos me llevaron a ser consciente de que si la ciencia me dejaba a mi suerte tenía que buscar alternativas. Las busqué.

La mente es poderosa, y está demostrado que el efecto placebo es capaz de sanar tanto como el medicamento mismo. Así que me tiré de cabeza a por placebos, y encontré algo más que eso.

A través de un familiar conocí a una mujer maravillosa a la que adoro y respeto. Hoy es mi amiga. Ella ha estado dando reiki y sea por lo que sea estoy mejor. No, el reiki no te cura. Si oyes frases como “yo te voy a curar”, o “yo te voy a quitar tu enfermedad”, sal corriendo, porque mienten. Te hace sentir mejor, y para mí eso es más que suficiente.


Después de esa mejora, y tras meses de encontrarme bien, quise aprender cómo se hacía, y he hecho un curso. Es ahí donde, para no variar, falla la cosa. Sea en Medicina o en Terapias Alternativas el dinero lo corrompe todo.

La mujer que impartió el curso acabó enfadándose conmigo porque primero decía que preguntábamos poco, y cuando me puse a preguntar pasó de una actitud amorosa a otra agresiva. Nos ofreció algo para eliminar la "mala energía" de los móviles y le pedí otro para mi hija, y ahí ya se soltó la coleta, y levantándome la voz delante del grupo que había pagado igual que yo me dijo que yo "debía" quererme a mí misma y sólo a mi misma. Y le dije que ni hablar, que nunca en mi vida lo había hecho y que no pensaba cambiar. Así que me aseguró que nunca me curaré.







Pero, ¿a ver cómo se cura una de un trasplante?, ¿me saldrán nuevos órganos funcionantes?, ¿volveré a los catorce años cuando no tenía diabetes? Sí claro, y como no creo, ¡zas!, vas y te jodes fastidias.

En Chile piensan comenzar a utilizar terapias alternativas en la Medicina oficial. Pero no tan alternativa como la de los propios indígenas del país. "Las medicinas de nuestros pueblos originarios (medicina tradicional) no entran en esta definición". Vaya incongruencia. Y yo me pregunto, que si para poder curar como médico has de pasarte seis años de carrera, incluido el MIR, ¿qué se les exigirá a los alternativos?, ¿qué salarios tendrán?, ¿se les homologará como a los titulados?, ¿se crearán nuevas carreras con esos contenidos no científicos? Un lío, vamos.

A mí me enseñaron que debía amar al prójimo como a mi misma, ni más, ni menos, y estoy orgullosa de esa enseñanza. Si sólo nos amásemos a nosotros mismos sufriríamos más aún la anestesia social que hoy nos invade; no seríamos capaces de evolucionar jamás, porque no pensaríamos en el bien común, sino en el propio; la solidaridad, uno de los mejores valores adquiridos tras la dictadura española, aquí se iría a tomar por culo saco y nadie se presentaría a cara descubierta en una manifestación con una pancarta que dijera qué queremos para todos, no sólo para nosotros mismos.

Sí, no me extraña que la crisis económica vaya acompañada de una crisis en valores, pero no todos somos ortodoxos de religión o técnica celeste, ni egoístas como la copa de un pino. La marea blanca lo demuestra. Nuestros médicos lo demuestran día a día; y nuestras enfermeras, y nuestros maestros y tantos otros. No van a trabajar sólo por la pasta que les podría hacer ganar dinero para ellos solitos porque se aman más que a nadie. También lo hacen -muchos lo hacen- desde un espíritu colectivo donde, como diría John Donne, "nadie es una isla completo en sí mismo".

Y hablando de islas, ahora resulta que la soledad, la enfermedad del siglo XX, y mucho me temo que de otros muchos siglos venideros, es también culpable del  aumento de la diabetes. Pero, ¿por qué nos va a extrañar? Soledad=estrés=ansiedad=sedentarismo=hambre=tener azúcares baratos en el frigorífico=obesidad; así que diabetes de nuevo, aunque el solitario se repita mañana, tarde y noche ante el espejo que se quiere más que a ningún otro.


Beatriz González Villegas.