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jueves, 6 de noviembre de 2014

La diabetes no se cura.

La diabetes no se cura. Anoche volvieron a preguntármelo en Facebook. Más ganas de cachondeo que otra cosa. No será que no se dice una y otra vez. Pero tampoco es extraño que siga habiendo personas que oigan que esto es de otro modo, porque lo que mueve al mundo es el dinero, y de toda la vida, a lo largo de cualquier momento histórico en el transcurso de los siglos, han habido engañabobos que ofrezcan curas en botes, usando como mejor ingrediente la desesperación del que sufre.

Que no. Que no se cura la diabetes. Que hay tratamientos. Cada vez mejores, sí, pero nada de mágicos. Cada vez más caros, claro. Porque cada día somos más y más los que padecemos esta enfermedad incurable, silenciosa, sí, pero incurable, de la que muchos se enteran de lo grave que es cuando ya están "pal arrastre", y venderían hasta a su madre por librarse.

Si pones la palabra Cura en el buscador de tu ordenador seguro que antes o después aparecen casos donde la religión o la magia aparezcan. Soy católica. Lo de practicante... En mi pueblo llamaban practicante al que hacía de enfermero, y venía a casa a ponerle las inyecciones a mi abuela. No soy practicante. Al menos de esos. Pero como católica, y hablando de diabetes, te invito que eches un vistazo al caso de Lázaro.

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Jesús curaba. Vale. Curó a un ciego... a dos, a tres; Curó a muchos. En aquellos tiempos, para que hablasen tanto de ti no había que ser putero, ni hijo de cantante. Era mejor hacer milagros. Imagino que Jesús se hartó de hacer milagros, tanto como para tocarle las narices a los que mandaba, y que acabasen con su vida. Pero volvamos a Lázaro.

¿Jesús curó a Lázaro? Muchos diréis que sí. Estaba muerto, no estaba de parranda. La había "espichao". Pero para mí aquello no fue una cura. Fue un milagro. 

- Sí, sí. Ahora mandadme a la Inquisición por hereje.

La diabetes es como la muerte. No tiene cura. Solo tratamiento. Para que te curen de algo, tienen que quitarte ese algo. Si soy ciego y me quitan la ceguera, saltaría con un "¡coño, me he curao!", pero hoy nada me "quita" la diabetes. Ni a mí ni a ti. Te la tratan. 

Una reducción de estómago no te cura de esta enfermedad. Una bomba de insulina, tampoco. Ni siquiera una bomba con un sensor que te lo metan en un huevo, y que a la vez de medirte, de suministre insulina, y te transforme en normoglucémico es una cura. Tampoco lo de un trasplante. Y mira que hay por ahí nefrólogos vendiéndoles la moto a compañeros trasplantados de páncreas sobre que el trasplante les cura. ¡Anda ya, qué cura, ni qué cura! Cambias la insulina por un montón de inmunosupresores para que el páncreas que te han metido entre las tripas funciones. Pero funciona un tiempo. Luego, si te he visto, no me acuerdo. La cosa es que a muchos nefrólogos les viene de perlas decir que es una cura, y así mandar al cuerno a los endocrinos para que no entren, queriendo que sus futuros clientes de sus propias clínicas de diálisis duren más. Pero esto es largo de contar. Lo seguro es que con un trasplante, ni siquiera con un trasplante de células productoras de insulina, te han curado. Sigues, seguimos, siendo diabéticos. Es cuestión de tiempo.

Y Lázaro, ¿qué tiene que ver en todo esto? Al pobre no le curaron. Se había muerto. Y la muerte no tiene cura. Tiene resurrección. Porque curarte de la muerte es conseguir que no vuelvas a morirte. Por eso digo que la diabetes es como la muerte. No hay nada que, a día de hoy, sea irreversible con esta enfermedad. Porque no tiene cura. Siempre seremos diabéticos, aunque dejemos de necesitar insulina por un tiempo.


Beatriz González Villegas.

martes, 13 de mayo de 2014

La muerte de Driss Elgharadi, diabético tipo 1.

Si has sufrido hipoglucemias severas te van a entrar ganas de decirle cuatro cosas a quien escribió esto:

El joven del autobús se desmayó a causa del calor
-El conductor fue despedido acusado de negligencia-

EPA \ Driss Elgharadi, el joven marroquí de 20 años que se quedó encerrado 36 horas en el autobús que cubre la línea entre Huesca y Sariñena, se desmayó y murió posteriormente como consecuencia del calor y de la falta de oxígeno. Así lo ha establecido la autopsia practicada al cadáver.

El fallecido, que estudiaba enfermería, padecía diabetes, por lo que la combinación de calor y escasez de aire para respirar pudo inducir una crisis glucémica de la que no pudo ser curado en la sección de Urgencias del hospital San Jorge, adonde fue conducido cuando el propio chófer del vehículo lo halló tendido en el interior de autobús, a principios de mayo.

El chófer fue despedido por la empresa donde trabajaba, que lo acusó de negligencia.

El joven del autobús tiene nombre. Se llama Driss Elgharadi. Y no perdió el conocimiento por un golpe de calor ni ocho cuartos. Lo perdió por sufrir una bajada de azúcar del carajo de las buenas. Y ya sí, tras perder el conocimiento y que nadie le echara en falta al bajarse todo el mundo acabó muriendo por falta de oxígeno, y por "calor". Con una hipoglucemia severa sudas a chorros. Si encima se quedó expuesto al calor en un horno como pueda ser un autobús cerrado a cal y canto, se juntaron "el hambre con las ganas de comer". 

 
Este muchacho podías haber sido tú, o tu amigo que tiene diabetes tipo 1, o cualquier otra persona con diabetes tipo 2, lada o gestacional que no hubiera podido reconocer los síntomas.

El joven del autobús, el joven del autobús... Es y seguirá siendo una persona. Y un despido duele, pero perderle duele más. Que se lo pregunten a sus padres, que no podían pagarle un sensor de esos que llevan las niñas de papá, y que avisan. No ser rico (ya ni siquiera hablo de no ser pobre) y tener diabetes no es razón para que te consideren cuando mueras como "el joven del autobús". Y lo que más repatea es lo de que "se desmayó" por el calor. Calores les daba yo a los que no saben de esto, y se las dan de listos tecleando.

El día que podamos tener sensores y bombas de insulina, o eso que los que las venden llaman páncreas artificial, esto no pasará.

El día que nos puedan inyectar un chute de células productoras de insulina y disfrutar de un tiempo normoglucémicos, tampoco.

Mientras, hale, a seguir siendo difamados. Si la espichamos será por calores. Óle, di que sí.

Beatriz González Villegas.