lunes, 9 de mayo de 2011

El maestro de los trasplantes, Pilar, y los energúmenos.

domingo 8 de mayo de 2011

El maestro de los trasplantes

Pilar Martínez Barnes, junto a Eduardo Vidal y a la Dra. Teresa Aldabó, Coordinadora Sectorial de Trasplantes
Esta noticia que transcribimos aquí sobre el maestro de los trasplantes nos la ha enviado nuestra amiga y compañera Pilar Martínez Barnes. Pilar también está trasplantada. Es voluntaria en el Hospital Universitario Virgen del Rocío y ayuda a los pacientes que están ingresados a suavizar el drama que viven. Ella aporta mucho al voluntariado, porque no es sólo alguien que haya pasado como paciente por todo esto; lo que ella  le añade es su visión como profesional sanitaria. Y ese aspecto nosotros lo consideramos imprescindible para poder trabajar con dignidad en los hospitales o fuera de ellos. 
No, no quiero decir que un voluntario no profesional no tenga importancia, que sí que la tiene. No es eso. Es que nosotros, desde la ATPáncreas, somos de los pocos que consideramos que para mejorar, lo hemos de hacer desde los dos puntos de vistas, el profesional y el del paciente, y abordar nuestros problemas y nuestras soluciones juntos; y luego, eso sí, con esas soluciones en la mano y consensuadas, acudir a la Administración a plantearles vías de actuación con criterios comunes. 
La Sanidad es una mesa enorme con tres patas, y ya está bien de enfrentar patas para controlar poder. Los enfermos no somos esa manada de analfabetos agresores que consumen sin criterio los fondos destinados al mantenimiento de esta mesa. Los profesionales no son esa pandilla de peseteros a los que les importa un pito el paciente que tienen delante y sólo piensan en ganar más, y rápido, dejándose untar por empresas farmacéuticas o de servicios. Mientras cada Administración, sea de donde sea y del color que le dé la gana, siga enfrentándonos, no avanzaremos. Y tenemos que avanzar unidos y desde el respeto, digan lo que digan los que les toque gobernar en cada momento.
Pilar cuando trabaja con los pacientes ingresados lo hace conociendo bien el lugar donde se mueve. Ahora trabaja allí gratis, en este hospital que le ha visto crecer y que, a su vez, ha crecido con un personal de la categoría de Pilar. Por eso jamás oiremos de su boca barbaridades como la que oí el otro día en la sala de espera del Carlos Haya, aguardando pasar a la revisión de mi riñón. Un consorte de una trasplantada renal, que venía en taxi hasta Málaga desde Almería, contaba sus aventuras sobre cómo su médico de familia le recetaba todo lo que él pedía. Y, viendo que todos nos quedábamos boquiabiertos por tanta facilidad, se envalentonó; soltó un "como para no hacermelo así, que una vé, y delante de los municipale, lo trinqué por aquí (y se agarró fuerte el cuello de su propio polo) y me tuvieron que separá, que si no lo mato". Cuando le recordé, con mi sutil diplomacia por la que me salen más enemigos que setas a un chopo al lado de un llamazar, que hoy estaría por eso en el talego, saltó la doña defendiendo al galenicida con un "de eso nada, porque casi me mata a mi niña y le hubiera denunciado, porque no le curó una pulmonía". Toma ya. Vale, a veces la Administración acierta cuando se refiere a pacientes. Algunos son eso. Pilar y los que sabemos lo que cuesta que estemos vivos, no. 

Hoy, en Giralda TV, nuestro D. José Pérez Bernal (que ha sido hasta hace nada el Coordinador de Trasplantes) analizaba la situación en Andalucía respecto a donaciones de órganos, y decía que nos faltan valores sociales. Tiene razón, como siempre. Él aboga por la solidaridad, que no es más que otra manera de llamar a la caridad o a la compasión, términos arraigados hasta no hace tanto en nuestra cultura, y luego estrellados contra el muro de la tolerancia porque olían a iglesia. Valores sociales hay muchos, les llamemos como les llamemos, y todos se tienen que basar en uno: el respeto. Respeto tanto tu vida que te doy lo que ya no necesito cuando me muero, para que puedas seguir viviéndola; un "poné". Llámalo como quieras. Pero si todos nos respetásemos como respeta Pilar a los que ni siquiera conoce, el mundo sería mejor y habría muchos maestros de los trasplantes. Tenemos suerte de los chavales que vienen. La mayoría son mejores que la generación que les precede, al menos en valores. Pero ese es otro tema, que daría para una vida contando ejemplos. Otro día hablamos de la actitud solidaria de las canas en mi centro de salud. Pa mear y no echar gota.

Beatriz González Villegas.




 
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El maestro de los trasplantes.

Tiene 71 años y 1.600 trasplantes en su haber. Enrique Moreno es una leyenda que sigue poniéndose retos. Los últimos el trasplante de intestino y multivisceral, donde se cambian seis órganos en una sola cirugía

Día 07/05/2011
Algunos colegas le llaman «Dios» y el mismo sentimiento de veneración, casi mística, se palpa en su consulta. Se siente entre los pacientes que le deben la vida y vuelven al hospital para una revisión rutinaria y los que acuden por primera vez para quemar su último cartucho. «Él obró un milagro con mi hija», dice a modo de saludo Luis Rosel al entrar en el modesto despacho que el cirujano tiene en el Hospital 12 de Octubre. Rosel es el padre de Noemí la paciente que hace cinco años recibió el primer trasplante multivisceral o cluster que se hacía en España. Esta cirugía es una delicada intervención que consiste en cambiar todos los órganos abdominales (estómago, páncreas, bazo, duodeno, intestino e hígado) en una única operación.
La cirugía de trasplantes ha dejado de tener la épica de otros tiempos. Salvan muchas vidas pero ya no son cirugías estrella. Ahora la atención mediática está en las operaciones que permiten remodelar una cara o reponer una mano perdida. Aunque cirugías como el «cluster» o el de intestino, por su excepcionalidad, ofrecen ese punto de heroísmo entre los que las practican.
Los trasplantes de intestino y multiviscerales son una rareza. Estados Unidos fue pionero; otros hospitales en el mundo lo intentaron y tuvieron que abandonar ante los malos resultados. En España apenas se había intentado. Moreno se empeñó en ponerlo en marcha en el 12 de Octubre y en adaptar la técnica estadounidense a la experiencia de su hospital. Desde entonces esta mole sanitaria del sur de Madrid se ha convertido en el centro de referencia para los trasplantes de intestino en adultos.
El primero lo probó con Noemí, una joven de Zaragoza que llegó a él como su última oportunidad para seguir con vida. Tenía poliposis adenomatosa, una enfermedad hereditaria que provoca la producción de pólipos y tumores en su aparato digestivo. Con cada cirugía para evitar la diseminación del cáncer renunciaba a parte de su intestino. El hígado se había resentido y se alimentaba por una sonda. Su única salida era vivir con los órganos de otro o esperar su muerte con un deterioro progresivo. «El 12 de septiembre de 2006 me avisaron que había un donante. Me despedí de mi familia con mucho miedo y una sonrisa, y entré en el quirófano. La cirugía duró 15 horas. Estuve sedada dos semanas. Al despertar, la primera noticia de mi operación la leí en ABC».
Después no fue fácil, cuatro meses en cama y seis en el hospital, casi acaban con una sonrisa que parece imposible borrar. Noemí siempre sonríe —«Nunca pierde la sonrisa», dice su padre—, hasta cuando se acuerda de cómo estaba cansada de vivir con tanto dolor o tuvo que aprender a caminar después de estar tanto tiempo postrada en el 12 de Octubre.

El órgano más rechazado

A ese trasplante pionero le han seguido otros tres más multiviscerales y 18 de intestino, éstos últimos «son menos espectaculares que el cluster, aunque igual de complejos», puntualiza Enrique Moreno. El intestino, un tejido de 4,5 metros de longitud, es el órgano del cuerpo humano que produce el mayor rechazo porque en él descansa nuestro sistema de defensas. Su manejo es muy delicado, pero su trasplante puede dar una nueva oportunidad de vida a muchos enfermos.
Moreno se lamenta de que aún haya pacientes que podrían beneficiarse de esta intervención y no conocen su existencia. «Incluso los propios médicos no derivan a sus enfermos a nuestro centro porque no creen que el trasplante intestinal es posible, o lo hacen cuando ya están moribundos. Son personas que si no se someten a esta intervención morirán».
Entre los posibles pacientes que podrían dar un giro a su vida están aquéllos que han perdido el intestino por un accidente quirúrgico, o su tejido se ha ido acortando en varias cirugías para corregir enfermedades intestinales inflamatorias. «Los pacientes se acaban muriendo si no se someten a un trasplante», lamenta. Mientras habla, dibuja. Y lo hace al revés para que quien se siente enfrente no tenga que esforzarse en entender sus explicaciones. «Siempre lo hago con mis pacientes, para que no les quede duda de lo que les pasa y les vamos a hacer en el quirófano».
Enrique Moreno lleva más de 25 años en el mundo del trasplante digestivo. Su primer recambio de hígado lo hizo en 1986. Era un enfermo con un tumor hepático. Todo fue bien pero falleció a los seis meses porque el cáncer siguió avanzando. Veinte días después llegó Damián, un peque de dos añitos que necesitaba un hígado nuevo. «Hoy aquel niño sigue vivo y aún viene a mi consulta». Como el caso de Damián hay decenas.
En este cuarto de siglo, sus manos han cambiado la vida a más de 1.600 personas. Moreno solo necesita unos segundos para recordar con precisión: 1.500 trasplantes de hígado, 18 de intestino,cuatro multiviscerales o cluster y 200 de páncreas). Con estas cifras, que le han ascendido a los altares de la Medicina y le han merecido el Premio Príncipe de Asturias, lo curioso es averiguar que lo que realmente le apasiona es la cirugía del cáncer. «Disfruto más. Son las operaciones con las que me siento más útil y cómodo. El trasplante se repite, hay diferencias pero son mínimas. El cáncer siempre es más estimulante». Como si fuera una partitura, asegura que la cirugía que mejor «interpreta» es la del cáncer y, en concreto, la de esófago y vías biliares.
A sus 71 años no piensa en la jubilación. «Veo como otros compañeros se jubilan y envejecen. Yo también me hago mayor, pero prefiero no verlo. Lo único que te puede echar es el propio hospital. El día que vaya por un pasillo y no haya un enfermo o un médico que me pare para preguntarme algo, me iré. Eso significará que el hospital ya no me quiere». Hoy eso parece lejano. Resulta difícil atravesar el hospital 12 de Octubre sin pararse tres o cuatro veces antes de alcanzar los quirófanos.
En el entretanto sigue operando, con la misma vitalidad que hacía al comienzo de su carrera. Se embarca en nuevos retos como los trasplantes intestinales. Opera y enseña al resto de cirujanos. Bajo su protección se han formado la mayoría de los cirujanos que hoy dirigen grupos de trasplante hepático en España y en Latinoamérica. «Cuando aparezco en el quirófano, veo cómo sufren. Así que me paso todo el tiempo diciéndoles “así, bien, muy bien”. Lo hacen muy bien, pero necesitan ganar confianza».

Una rareza en adultos

http://www.abc.es/20110507/sociedad/abcp-maestro-trasplantes-20110507.html