viernes, 8 de febrero de 2013
Los fabricantes de refrescos se enfrentan a las asociaciones de diabéticos en México.
Lo que hace el dinero... menudo plan. Hoy, con poco dinero, consigues lorzas como castillos. Para comprobarlo, vente a cualquier barrio marginal de cualquier ciudad, y te cansarás de ver tocinos embutidos en lycra como uniforme. Yo soy cani; cani, cani, cani.
Hemos terminado el I Curso de Extensión Universitaria sobre Salud y Comunidad Rural, en El Madroño, el pasado fin de semana, y hemos aprendido mucho todos, los que somos de pueblo y los que son de ciudad. En cada módulo, la diabetes y el sobrepeso, o la diabetes y la gordura, como decimos nosotros, han estado presentes como elementos que van de la mano: Que estás gordo, pues, ea, tienes muchos puntos para ser diabético (tipo 2, ¿eh? Tipo 2). Así que hay que evitar el engorde como si fueras un pavo que quisiera salvarse del horno en Navidad.
Nuestras formas de vivir, eso que los listos llaman "estilos de vida", han cambiado; y eso nos lleva a que no falte nunca de nada en cada comida, y, menos aún en el frigo o en la despensa. Todo el día zampando, sin horarios ni freno. Todo el día bebiendo. Y no precisamente agua. Refrescos. Es decir, azúcar en lata.
Foto: María Jamardo Rial.
Beberte una lata de coca cola, de la de siempre, tiene... Vamos a echar cuentas. Coca cola son 10,6 gramos de hidratos de carbono por cada 100 cc. Es decir, como 10 grm son una ración, tiene una ración y media por cada 100 cc. Si una lata tiene 330 cc, salen algo más de 3 raciones de Hc.
Tengo amigos con obesidad mórbida diagnosticada que no pueden pasar sin beber sus refresquitos de marca comiendo, entre comidas, y hasta en el water. Ojo, no exagero: de tanto beber porquería hiperglucemiante (de la que sube el azúcar que no veas) se ponen en valores de almíbar, y eso obliga a sus riñones a expulsar toda la glucosa que sobra, y orinan, y orinan y orinan, pero no dejan el refresquito.
No llego a los cincuenta años, pero en mi niñez, en esta tierra, no había tanta mamarrachería a la hora de alimentarnos. Desayunábamos antes de ir al cole un colacao, o un vaso de leche si éramos diabéticos, con nuestra tostada. En el recreo nuestra madre nos ponía un bocadillito, luego almorzábamos con un primer plato de cuchareo, algo de proteínas de segundo, con verduras cocidas o crudas, y fruta de postre. La merienda... recuerdo las de casa de mi abuela. Y luego la cena y a dormir. Pero, ¿ahora? Ni se desayuna, porque hay que ver tele o jugar a la nintendo hasta en la cama, y el sueño se lleva en la mochila con ruedas, junto a bollería de ésa que hacen con aceites vegetales baratos, de origen ecuatorial, cargados de grasas trans al hidrogenarlo. En casa, al volver, se come comida precocinada sin hablar, viendo más tele. Más de lo mismo. Pero el refresco azucarado que no falte, que el agua ya no se pone en la mesa porque "no mola". Y lo que queda de tarde se pasa sentado delante de un ordenador o de cualquier otro cacharro con cable deglutiendo lo que se pille y bebiendo azúcar por un tubo. Al llegar la noche ya tienes cara de hogaza, y hasta los críos se parecen a globos de agua.
Sí, menudo plan si a las empresas encargadas de fabricar bombas de azúcar en botellas de plástico se les ocurriera enfrentarse a las asociaciones, que al fin y al cabo son las representantes de la ciudadanía.
Se nos cae a pedazos nuestra Sanidad Pública y seguimos peleando porque la Salud es un logro social, así que, ¿por qué no íbamos a enfrentarnos todos a los que nos hacen daño?, ¿por qué íbamos a cerrar la boca ante las empresas que nos han ido comiendo la salud mientras nosotros nos comíamos sus mierdas?
Recuerdo mis años de juventud cuando mis amigos ecologistas nos contaban cómo se cargaban el planeta con la fabricación de comida basura, de cómo nos engordaban para manejar nuestra opinión, porque hombre harto es hombre débil... Ahora no son sólo ellos. Hemos aprendido. Ha costado, porque somos duros de mollera y porque sale más barato serlo, pero hemos aprendido. Así que desde aquí les mandamos todo nuestro apoyo a los que en México se enfrentan a los productores de refrescos. Que ya está bien.
Beatriz González Villegas.
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