jueves, 24 de octubre de 2013
Cuando seamos viejos, ¿Virgencita, llévame?
Hoy he leído en el blog medicoacuadros "Cuando sea vieja, me moriré". Es para pensárselo.
Veréis, siempre he pensado, desde poco después de debutar con mi diabetes tipo 1, que no llegaría a vieja. Entonces no había Internet, pero una preguntaba por aquí, por allá, o por donde no se veía. La "muerte silenciosa", como llaman a la diabetes, es lo que es, y entonces estábamos en las sótanos la Ciencia. Los trasplantados de páncreas se morían como moscas porque no se atinaba con qué hacer con los productos exocrinos del páncreas injertado, que los que largaba nuestro páncreas propio ya hacían lo suyo... y acabábamos deshechos por dentro. De células madre ni se hablaba: había dos madres, la que nos parió, y la del cielo, y las catequesis eran obligatorias para hacer la Comunión, y por si faltara poco, en clase la religión era como la diabetes, crónica y para siempre.
Cuando seamos viejos no sé yo si querremos seguir siendo, porque para ser viejos y enfermos, muchos preferirán irse al otro barrio. De todos modos, y tras sufrir muchos días de "tortura" hospitalaria más que consentida, y con una idea fija en la cabeza, la de "me voy a poner bien", lo mismo dejo de cantar aquella canción de Milanés, y pido que me alarguen un poquito más lo de estar aquí. Tengo una ventaja, claro. Al haber estado enferma desde siempre no me fastidia tanto un día más entre catéteres por aquí, o sondas por allá. Por eso, al menos tan vieja como soy hoy, pediría que me dejasen ese poquito más para estar junto a los que quiero. Hoy, en Andalucía, puedo. Se están haciendo grandes esfuerzos para que pueda. Por eso, cuando sea vieja y enferma, cosa, la de enferma, que va conmigo desde casi siempre, lo mismo no quiero que me ahorren "sufrimientos" con un interruptor.
Recuerdo, en Agudos, en mi Carlos Haya de Málaga, como mi compañera, aquella anciana tan blanca de pelo gris, repetía una y otra vez "Virgencita, llévame contigo", y a mí se me saltaban las lágrimas. Ella sí quería irse. Yo no. Y su voz todavía la oigo en sueños. Sigo sin querer irme. Ni de vieja. Ni de más terminal aún. Cueste lo que cueste.
Beatriz González Villegas.
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