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miércoles, 2 de julio de 2014

Cuando tu hijo debuta con diabetes todo son dudas.

Me ha llegado al blog un comentario de una mamá que pide información desde México. Leyó que Desde 2005 se realizan trasplantes de páncreas en México, y como su hijo acaba de debutar está intentando conseguir un techo antes que los muros del deterioro que intuye que pueda sufrir su niño.

Ilusa de mí he querido responderle desde esa entrada, pero escribí demasiado; así que lo cuento por aquí, por si sirve a alguien más.

Imagen

Buenas noches.

Siento mucho el debut de su hijo en esta enfermedad. Nos queda el consuelo que hoy mismo me recordaba una amiga: "hay cosas peores", que ni es consuelo ni nada, pero es lo que hay.

Olvídese de curas milagrosas a través de productos naturales. Mire, me he criado en el campo, y mis mayores me enseñaron a distinguir algunas plantas, y a saber para qué sirven. En mi pueblo la cicuta sale silvestre en las cunetas. Es una planta, sí. Natural como la vida misma, sí, pero capaz de matarte.

Muchas plantas son hipoglucemiantes (bajan el azúcar) porque son diuréticas, obligan al cuerpo a eliminar líquido de forma más rápida. En esa orina por supuesto que su hijo eliminará azúcar. Pero si usa diuréticos sin necesitarlos acabará perdiendo los riñones antes que si no los usa. Y le aseguro que si la ceguera es algo que no desea ningún diabético, llegar a una Enfermedad Renal Crónica Avanzada que precise de diálisis para poder vivir es menos apetecible que la misma ceguera. Bueno, no hay complicación que sea mejor que otra; es solo cuestión de gustos.

Sí hay nuevos edulcorantes naturales tales como la estevia, o el extracto de la planta de donde se saca el tequila, el ágave tequiliana. Mejor endulzar la vida con estos productos que con aspartamo o ciclamato, pero ninguno de los dos productos están exentos de críticas. De la estevia se sabe que sube la tensión, que es hipertensiva, y la hipertensión y la diabetes también pueden acabar yendo de la mano, pero mejor no forzarlas a ir antes, con yerbas con sabor a regaliz...

Hay quien dice que mascando hojas de estevia le baja el azúcar, pero si luego se harta de beber cocacola (con azúcar), y de comer como un bestia, no hay estevia suficiente en el mundo para que sea efectiva, ni cuerpo que lo aguante.

Con diabetes, lo mejor es la educación diabetológica. El paciente debe conocer bien qué azúcares (hidratos de carbono) contiene cada alimento, debe aprender a interpretar el significado de las etiquetas de lo que se come eenvasado, a medir por cazos o raciones la cantidad de azúcar que se mete entre pecho y espalda,... Eso, por un lado.

Por otra parte, hay que practicar alguna actividad física adecuada para su estado de salud, y conocer cómo le baja esa actividad la glucemia, el azúcar en sangre. No se trata de pretender que todos y cada uno de nosotros seamos olímpicos, no. Es más sencillo. Lo único que hay que hacer es caminar más, y ver la tele menos (y digo ver la tele como ejemplo, porque a lo que me refiero es a quedarse muchas horas sentados,  y sin mover un músculo más allá de los dedos que aprieten botones).

También debe manejar con destreza su medidor de glucemia, y su insulina.

Sé que al principio son muchas cosas de golpe, pero no hay que atragantarse de conocimiento de una vez. Todo, poco a poco, se logra.

Le paso algunas guías que le van a ser útiles, y que para acceder a ellas solo tiene que pinchar sobre el título:

ME ACABAN DE DIAGNOSTICAR QUE TENGO DIABETES TIPO 1

Como no sé si su hijo tiene diabetes tipo 2, esta se refiere a ese grupo de pacientes:

EDICIÓN II . TENGO DIABETES TIPO 2, ¿QUE PUEDO HACER?

Las dos guías están en la web de la Federación de Diabéticos Españoles (FEDE)

En México existen muchas asociaciones de pacientes con diabetes que están demostrando ser mucho más luchadoras que en otros lugares del mundo, y que lo están dando todo por sus compañeros. Estaría bien que echara un ojo a esto: Federación Mexicana de Diabetes, A.C.

http://www.fmdiabetes.org/fmd/pag/index.php


Aquí aparecen asociaciones de personas con diabetes de México que le podrán ayudar de forma más cercana que nosotros, que vivimos en Sevilla, pero aún así cuente siempre con nuestro apoyo:

http://www.fmdiabetes.org/fmd/pag/directorio.php

Puede que le interese ésta:

D.F. y Área Metropolitana
Asociación Mexicana de Diabetes en el Área Metropolitana, A.C.
Bosques de Belén #10
Col. Bosques de la Herradura. C.P. 52784
Huixquilucan, Edo. de Mex.
Tel. 55895043
Correo electrónico: metropolitana@fmdiabetes.org
Presidente: Mónica Daniela Reyes Velásquez
Director Médico: Lic. Nut. David Jiménez López

En este enlace le contamos sobre las Clínicas del Azúcar mexicanas:
Clínicas del Azúcar: ¿cómo tratar la diabetes a bajo costo?

En estew video nos cuentan de una nueva guía para niños que ha editado Diabalance y Carlos Sobera

https://www.youtube.com/watch?v=eeH5aZhBe-4



Si te registras en la web que tiene la empresa Diabalance puedes leer el libro
"Tengo Diabetes ¿Te lo cuento?"


Te puede gustar más o menos dejarte asesorar por empresas farmacéuticas o de alimentación, pero esto es casi como aque´anuncio del detergente Colón: "busque, compare,..."



Y antes de despedirme, le pido por favor que sea crítica ante todo lo que lea en internet, y ante lo que oiga de boca de un vecino, un amigo, o un listo respecto a cómo bajar el azúcar o cómo curarla. Hoy la diabetes no se cura. La cura está cerca ya. En el tiempo, digo, no que la podamos pagar cada uno de nuestro bolsillo. Y cada día sacan nuevos medicamentos para tratarla de forma más cómoda: ahora, que si de nuevo la insulina inhalada, que si una "insulina" que se pincha una vez cada 15 días, bombas de inyección continua de insulina, sensores que te miden cerca de 300 veces el azúcar al día y que se llevan insertados en la piel, páncreas artificial,... 

El trasplante de páncreas-riñón solo sirve para cuando se llega a ser terminal, en la terminal de la enfermedad renal, pero no antes. Así que ánimo, que lo primero es aprender, lo segundo es ponerlo en práctica, y lo principal, vivir.



Beatriz González Villegas

domingo, 1 de abril de 2012

El alcohol y la diabetes.

Hace algunos días saltó a la prensa el último estudio de la Boston University Medical Center, en donde se ha experimentado con un grupo de estudio para sacar conclusiones sobre qué relación hay entre la ingesta de alcohol y el debut de una diabetes tipo 2. 

Según este estudio, hay dos conclusiones directas: la primera relaciona el consumo excesivo del alcohol con la aparición de una diabetes tipo 2 en hombres. Si un hombre, con antecedentes genéticos o no, toma a diario una cantidad considerable de bebidas alcohólicas, o de vez en cuando sobrepasa sus propios límites, acelera la aparición de esta enfermedad. Vamos, que los borrachos lo llevan muy mal. La segunda habla de las mujeres. Según ellos, se demuestra que las mujeres que apenas prueban este tipo de bebidas tardan más en desarrollar una diabetes que las que beben en cantidad.

Ahora estamos en fiestas. Es época de encuentros con amigos, y hasta de comidas familiares aprovechando las vacaciones. Así que es una buena ocasión ésta para tomarse en serio estos resultados y dejar no ya la cervecita a un lado, sino, mejor aún, el vinito o los licores. Hay que ganarle la batalla a esta enfermedad, la diabetes, que en Andalucía supone un daño enorme en nuestra población.

De todas formas hay que ver también que en esta investigación aún no se han atado todos los cabos, porque está por ver si el beber en cantidades pequeñas es bueno o malo para el azúcar y para otras muchas enfermedades. Parace ser que, aunque necesitan más estudios para verificarlo, los bebedores moderados están menos en peligro de ser diabéticos que los que no beben absolutamente nada de alcohol. Y es que ya lo decía Sócrates, que la virtud está en el medio. Media copita, media cervecita o medio rebujito. Antes que el "no" absoluto, mejor un poquito de lo bueno.

Disfrutemos con salud las fiestas que se nos vienen encima.

Beatriz González Villegas. 




Fito & Fitipaldis-Quiero beber hasta perder el control







http://www.eurekalert.org/pub_releases/2012-03/bumc-ssa032912.php

jueves, 22 de marzo de 2012

Mi debut como diabética y el mal de amores.


 
Qué difícil es ser médico. Siempre. Pero más aún cuando la labor ésa por la que se le supone mago entre los magos se ha de hacer donde no hay material suficiente para diagnosticar. 

Gracias a Dios no soy médico. Y mejor aún, no me ha tocado estar en el pellejo de aquel que le tocó dar mi primer falso diagnóstico.

Aquel médico recibió un aviso de una urgencia. Entonces los médicos tenían que ir en sus propios coches a los domicilios. Si eras médico te daban una calle, y la operadora te decía muy por encima los síntomas que le habían contado. Y ahí iba el médico, solo ante el peligro, preparado para todo. 

En septiembre, en Sevilla, suele hacer calor. Cuando llegó al edificio donde se suponía que estaba la enferma comprobó con satisfacción que había ascensor. Estaba ya bastante cansado de subir y bajar escaleras aquel día el pobre doctor, tanto como para agradecer que el ascensor funcionara, y mientras subía pudo abanicarse un poco con el recetario en la mano, y en la otra, el enorme maletín negro, de cuero.

Tocó el timbre. En la puerta apareció una señora joven con cara de preocupación. Le puso al día con frases que el médico interpretó pronto como parte de su diagnóstico. La paciente, apenas una niña, una adolescente. Llevaba rara unas semanas. ¿Y qué adolescente no lleva rara unas semanas, si son bombas de hormonas? Imagino la cara del facultativo oyendo a mi madre, con sus movimientos de manos y su expresión de preocupación: "Otra niñata enamorada"-pensaría-. "Y para esto me hacen venir, me cago en ...".

Al entrar en el dormitorio se encontró con una niña acostada, asomando los brazos por encima del embozo de la sábana, de pelo castaño, que con aquella poca luz parecía casi negro. Realmente no sonreía. Aquello era una mueca de amago de sonrisa, pero nada más. Estaba muy pálida, tanto como las posaderas de un alemán antes de venir a Benidorm. Le puso el termómetro. Le tomó la tensión. Le palpó los ganglios y ni fiebre, ni alteraciones de la tensión, ni nada que pudiera suponer enfermedad alguna. Salió del cuarto y nunca más supe de él. Nada más irse me acurruqué entre las sábanas y con el mareo que tenía intenté pensar en las cosas bonitas que me hacían sentir bien, en las montañas de las que había vuelto no hacía mucho, las de "mi" pueblo, las del río Curueño. Pero aquello tampoco era un consuelo. Las náuseas no se iban. Les oí hablar en el pasillo. Las voces iban desapareciendo camino de la puerta. Sonó el clok que marcaba la normalidad, "ya no hay extraños en casa", y mis padres aparecieron en mi habitación, otra vez, a contarme lo que le había dicho aquel médico tan cansado.

Antes de llegar el ascensor que le devolvería a la calle ya había llamado a central para que le dijeran dónde ir, dónde seguir viendo niñatas, o viejecitas de esas de "me-duele-aquí". De nuevo, abanicándose con el recetario, recordaba la cara de aquella niña paliducha y se enfadó aún más. ¡Hacerle perder el tiempo por una niña que lo único necesita es hablar con su madre, es que no hay dinero que pague esto! "Madres... paren a las hijas y ni se les ocurre hablar con ellas. No, antes nos llaman a nosotros para que les saquemos a las crías eso de que están enamoradas, que las tienen que dar libertad y toda la monserga. Hacer esta carrera para acabar así... No hay derecho. ¡Qué calor hace hoy!".

Sí. Mal de amores. Ese fue el diagnóstico que me hizo. Y es que con los instrumentos de adivino que se llevaban a cuestas en aquellos entonces poco más se podía deducir. Además, el cansancio hace tomar atajos con tal de terminar lo antes posible con algo que clamaba al cielo que ni era urgente ni nada.

Lo digo una y otra vez. Tengo una suerte infinita. Dos días antes, el jueves, mi padre me llevó a la consulta de un conocido suyo, el Dr. Morillo, un médico oriundo de San José del Valle, la pedanía donde me parieron. Cuando mi padre le contó que estaba perdiendo peso y que bebía mucha cantidad de agua, a todas horas, él, que conoció a mi abuela Basilia, que había fallecido tras sufrir una hipoglucemia severa en La Barca de la Florida, nos miró con cara de preocupación, ésa que ponen los amigos que te aprecian y que no te desean mal alguno, y dijo "esto parece diabetes". Ahora hacía falta una prueba que lo ratificara.

El viernes, con una petición de análisis, me hicieron en el laboratorio del Dr. Rider, un jovencísimo analista que acababa de abrir su consulta en Conde de Bustillo, las pruebas que nos sacarían de dudas.

Mi hermana estaba sentada en mi cama y se reía. Bromeaba con lo del "mal de amores". Quería sonsacarme de quién estaba enamorada, sabiendo como sabía, de la A a la Z, que no tenía madera de Julieta y que esas cosas no me rompían la cabeza y menos el corazón. Sonó el teléfono. Mi padre entró poco después con cara de mosqueo, porque en dos horas de "cachondeito" había tenido tiempo de sobra para imaginar que lo de los amores no era lo que le pasaba a su hija. 

Inmensa suerte, sí señor. El doctor Ríder nos había llamado. Y eso que era sábado. Acababa de obtener mi glucemia y, preocupado, telefoneó a mis padres para decirles que me llevaran lo antes posible a mi clínica. Tenía cerca de cuatro gramos de azúcar en sangre. Se acabaron las bromas y ahí empezó mi nueva vida. Me había convertido en diabética. Ojalá el médico cansado hubiera tenido razón. La diabetes es incurable, pero en cuestión de amores un clavo saca otro clavo, y no te gastas un duro en medicinas.

La suerte me llevó hasta el Dr. Ríder. Desde entonces fue mi analista. La lista de los que me han salvado la vida es larguísima. Y en esa lista la mayoría son médicos. Mal de amores, mal de amores... Que mala es "la caló".


Beatriz González Villegas.