Hay momentos en la vida que te hacen  creer en Supermán; esos en los que por un sueño, el sueño de otros,  somos capaces de hacer "extras", sólo buscando una sonrisa, un instante  de felicidad.
 En cada lugar del mundo "hay gente pa  tó", desde esos que sólo ven su ombligo y se quedaron sin pasar la etapa  evolutiva de los dos años, la del "mio, mio, mio", a los otros que  arriesgan por los demás. A los del riesgo, los del ombligo les llaman  locos. A los del ombligo, los locos les llaman egoístas.
 El instinto de supervivencia primario  debe estar en poder de los egoístas, estoy segura. Y la locura de esos  majaretas, sólo en manos de unos poquitos. Los mismos poquitos que hacen  evolucionar el mundo, y por los que dejamos las cuevas y el fuego del  paleolítico buscando mejoras, aún equivocándose.
 Leer cartas en las que un padre  agradecido nos cuenta cómo su hija, que espera un corazón para  sobrevivir, pudo pasear fuera del hospital porque hay locos que lo hacen  posible te devuelve la fe. 
 Cuando aún no teníamos en los hospitales  de Sevilla esto de la visita responsable, los enfermos aguantábamos -a  veces sin protestar- cómo manadas de egoístas, y además maleducados, nos  hacían subir la fiebre por la noche. Por cierto, hay un estudio  publicado por ahí que relacionaba hora de visitas con subidas de fiebre.  Llegaban a las habitaciones compartidas por dos enfermos, se  apalancaban al lado de la cama del familiar, y empezaba la batalla: "que  si tu hija fulanita no ha venido a verte, que es que no te quiere, que  si dame el mando de la tele que empieza el diario de patricia, que si  sube el volumen que no oigo...". Sea por el efecto de la fiebre que me  subía o porque estos desmadres familiares nunca me gustaron hubo  momentos como esos en los que me los imaginaba golpeando piedras sobre  paja para hacer fuego, con taparrabos, y me era más fácil aún  despreciarlos.
 He vivido muchos ingresos de los que he  salido bien gracias al esfuerzo de los profesionales sanitarios y el  poder de bombardeo de los medicamentos de hoy. Si hubiera dependido de  los compañeros de cuarto estaría criando malvas, palabrita del niño  Jesús. "Hay gente pa tó", claro, y no todos son energúmenos del quince.  Hasta recuerdo ingresos en los que he salido reforzando amistades con  grandes compañeros de cuarto, pero son las menos veces.
 Hace un par de semanas, una mujer con  cara de malas pulgas, y menos respeto, increpaba a la chica de uniforme  de la entrada a planta del Virgen del Rocío, que ella subía y "subía por  sus cohone". Y no subió. Sin mirar atrás, casi en la puerta del  ascensor, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi cara. No me puse a  gritar "oe, oe, oe, oeeeeeee" por eso del silencio, pero me faltó el  canto de un duro.
 Al que dude de la efectividad de esta  medida que viva lo que he vivido yo ahí dentro y después hablamos.  Porque a ver a quién le hace gracia experimentar un exorcismo a las dos o  tres de la mañana, al otro lado de la cortinilla blanca, donde sobre  una cama articulada una viejecita, diabética, y a la que le acababan de  amputar la segunda pierna, le respondía a su nieta, tumbada en el hueco  que ella dejaba, "por qué me voy a callá, coño, si es temprano, y a mi  me guhta er jaleo". Acto seguido entró un señor con cara de seriedad y  sueño, que ya quería irse a su casa, y empezo a vociferar con voz ronca:  "espíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiritu de Satán, sal de este cuerpo". Y  tras repetirlo varias veces oíamos mi marido y yo una retahila  incomprensible de salmos o salmodias animando al mismísimo demonio a  alejarse de la pobre anciana, no porque le gustase el jaleo, no, sino  porque se supone que los enfermos lo que tenemos dentro es a Satán. Toma  ya. La cara de incomprensión nuestra pasó a la risa, y tuvimos que  ponernos las manos en la boca para no levantar sospechas heréticas.
 Ingresaré pronto, y si eres de los que  andan cabreados con esta medida de corresponsabilidad en el Virgen del  Rocío, como me toquen otra vez compañeros así te pido cambio. A ti que  te hagan el exorcismo, y a mi me dejas con los tranquilitos. Que para  como voy a estar, no voy a aguantar muchas historias.
 Lo que no me explico es que con lo  rapidito que hoy cualquiera se pone a chillarle a una enfermera por  haberle sacado sangre a la segunda, y no al primer pinchazo, cómo no nos  ponemos igual con esos chulitos de paso de hospital, sin batas ni  modales. Si hay normas, son para todos, y no sólo para los que creemos  en ellas.
 Beatriz González Villegas.
| En la Primera Jornada de Participación Comunitaria del HU Virgen del Rocío se nos presentó el nuevo programa de Acompañamiento y Visita Responsable. | 













