jueves, 5 de diciembre de 2013

El tratamiento en papel

A veces me llegan correos electrónicos, con firma, recordando que no se imprima nada que no sea necesario, por eso de mantener nuestros bosques vivitos y coleando. Y qué razón tienen. Pero hay cosas que a un paciente no le pueden faltar, y entre ellas está la lista de medicamentos que toma. Ahí empieza el problema.

Conozco a muchos crónicos: mayores de 75, menores de 15 años, rubios, morenos, muy morenos, licenciados o analfabetos... y cada uno es una historia. Pero hay algo en que la mayoría coincide: en no tener su tratamiento por escrito, y firmado por su médico. Da igual el médico. Da igual que sea el de Atención Primaria (vamos, el de cabecera de toda la vida, que luego se le llamó de familia, y que cada vez parece que se aleja más de la familia del paciente, para acercarse a la del protocolo), o el especialista; pero necesitamos esa lista de medicamentos por escrito, que si no, vaya usted a saber qué nos darán en caso de ingreso.

Cuando creamos la Asociación de Trasplantados de Páncreas, nuestro compañero y amigo José Manuel Guillén tuvo la genial idea de hacernos con pequeños pendrives donde almacenar nuestro historial clínico, ya que los que llegamos a este tipo de injerto somos jóvenes, viajamos, y nunca sabemos dónde nos va a pillar la liebre hospitalaria. Le magnífica idea era extrapolable al resto de socios que sólo padecían diabetes (ni más ni menos que diabetes), y a otros compañeros, pero no pudo ser. Resulta que, para no ser infectados, los ordenadores de Sanidad son como los de la NASA: no tienen puertos USB para evitar la gripe. Al menos, no todos. Pensemos que nadie previene mejor una gripe de el SNS. Por lo tanto, nuestra opción es ir con los papeles por delante (no los pies), y en muchos casos tampoco los conseguimos.

Ayer, entre tos y tos, pasamos un buen rato mi amiga y yo. Nos llamamos de vez en cuando. Ella vive en una Comunidad Autónoma donde tienen hasta lengua oficial distinta, y charlando de nuestras cosas, es decir, de diabetes, me contó lo mucho que le había costado que su médico de cabecera le diera por escrito su tratamiento. La primera vez que se lo pidió (y ella es educada, y sé que pide las cosas con esa voz tan dulce y sencilla que tiene) le dijo que para qué, si se lo sabía de memoria. Es verdad, claro. Lleva casi tantos años como yo con una diabetes tipo 1, y se maneja muy bien. Se lo sabe, se lo sabe. Así que calló. Pero ingresó por un accidente que tuvo, y al llegar a urgencias no quedaron muy conformes con su listado verbal. Tras el alta, volvió a consulta porque le tocaban curas, y recetas nuevas con los potingues para su hueso; así que se lo volvió a pedir. La segunda respuesta fue que era una pena tener que sacarlo en papel, que si no sabía lo que estaban sufriendo los bosques amazónicos con la deforestación. 


Lo del Amazonas lo sabemos todos; pero, seamos honestos, lo de ser ecologistas para salvar una ballena del ártico hasta te da lustre y brillo, aunque nos resbale que, por ejemplo, las heces de las mascotas queden sueltas por la acera hasta que no nos toque pisar una, por ejemplo. Nuestro ambiente es el que es; ni medio, ni entero. Y nos duele, aunque no nos "rompamos la camisa" por él, el más inmediato.

Volviendo a mi amiga, y ya las dos con lagrimones de risa, me contó que tuvo que ir una tercera vez, y dejar la dulzura en su medidor de glucemia. Su médico fue contundente:

- Y para qué querrás tú tantos papeles, ¿para archivarlos?

A los pocos meses su endocrino le cambió el tratamiento. Por supuesto que salió del especialista sin más documento que la petición del siguiente análisis, para dentro de seis meses. Claro está, tuvo que volver a la consulta en su ambulatorio, que no sé si allí se llama así, o Centro de Salud, como aquí.

- A este paso vas a empapelar la cocina con tus papeles. Toma hija, toma. Para que lo pongas entre tus sartenes.

Entre las sartenes. Para eso queremos los pacientes nuestros tratamientos, según este doctor. 


Gaznápiros los hay en todas las profesiones. Menos mal que mi amiga tiene sentido del humor, y a toro pasado todo parece menos crudo; pero si mi amiga viene a verme, y tiene que ir a urgencias, o ingresar, si no es con papeles, ¿cómo va a ser atendida en otra Comunidad Autónoma? 

Papel, por favor, papel. Que una hoja puede salvarnos la vida (y ahorrar pruebas innecesarias, porque existen previamente hechas por otros centros, otros hospitales u otros países). Por menos de un céntimo nos quitamos de problemas. Y un folio más o menos no creo que afecte a la productividad de nadie, en ningún sitio. El coste de la diabetes no ha de encarecerse por un folio A4.









 



Beatriz González Villegas.


 







Imagen: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKgANp0GiJGrnA6ZPDAQ34Cj29wt20u7sW0GvGGaAAECJXm7E1nNTv4jpSDaElWZnRmqO0-o8MfVvmicQBYASzh3_TuoBm_sminXgMs7xMdBIkwjU2NumXqYt-tYgOqVY0rLnJH9iuLWg/s1600/humor+grafico+RinconAbstracto.com+6.jpg