foto |
Hoy leíamos en la prensa que el Hospital de Valdecilla, de Santander (en la Comunidad Autónoma de Cantabria), alcanza un 85% en supervivencia en trasplante de corazón. Es todo un lujo llegar a estas cifras.
Este dato me trajo a la memoria otros que me ofrecieron en un seminario, no hace demasiado tiempo, donde se hablaba de dónde se vive más una vez trasplantado.
El sobrevivir con una enfermedad terminal ya es una lotería, y todos nosotros, los que vivimos gracias a nuestros donantes, sabemos de la suerte que tenemos. Por eso intentamos vivir a tope cada día, porque del final ya sabemos. Pero cuando has pasado los primeros años de miedo, esos en los que sabes el privilegio que tienes por haberte salvado, comienzas a preguntarte el "hasta cuando". Pues bien, eso también depende de la suerte que tengas, porque nadie decide en qué país nacer, y varían muchísimo los datos en función de las prestaciones sociales que tenga tu país.
¿Que qué tiene que ver? Pues muchísimo. De la misma manera que, con esto de las privatizaciones, ya se alzan voces avisando que pagar un dinero por receta hará que muchos pacientes crónicos dejen de tomar sus tratamientos, luego mueran antes, en aquellos países donde los trasplantados tengan que pagarse los inmunosupresores pasa lo mismo.
A los españoles de hoy se nos hace difícil imaginar países como Estados Unidos donde si no pagas no te curas. Creemos que en el resto del mundo ocurre lo mismo que aquí. Y es al revés. Los países que tienen una sanidad pública subvencionada son los que menos hay. Y donde hay que pagar un dineral por cada pastilla que tomes es más fácil que se tenga menos aprovisionamiento de fármacos en casa. También ocurre que los propios pacientes no quieren saber de la enorme importancia que tiene el medicarse siguiendo al pie de la letra lo que prescriben los médicos, porque al ser la sanidad privada no se hacen inversiones estatales de perención. Y lo peor, si no puedes pagar, es lógico que dejes de tomar todo lo que necesitas.
Ésta y no otra es la verdadera razón por la que aquí, en este país, aún los trasplantados vivimos más años que en otros lugares. Por eso creo que, si queremos seguir sobreviviendo, tenemos la obligación moral de exigir a los políticos de turno que gobiernan en Madrid que nunca olviden que ha costado mucho lograr la calidad asistencial que tenemos, como para que nos la vendan a empresas constructoras o a cualquier otro. Años de lucha obrera y de concienciación nos dieron lo que hoy disfrutamos. No vamos a dejar que nos lo roben en nombre de ninguna crisis, porque los enfermos somos pacientes y tenemos dignidad. Es esa dignidad, junto con nuestras ganas de vivir, lo que nos hará defender lo público hasta hacer barricadas con las camas del hospital si hace falta, antes de volver a la asistencia por caridad, como hace sesenta años, porque hasta la paciencia se agota cuando te quitan algo vital.
Beatriz González Villegas.